El siglo XIX viene marcado por la guerra de la independencia española. Tras la posterior vuelta de Fernando VII al trono, se suceden una
serie de convulsiones sociales (guerras carlistas, desamortización de Mendizabal)(1), que dictaran la historia del país en reinados posteriores.
A mediados de siglo, el Villar ya tiene una fisonomía parecida a la actual(2), con unos 240 habitantes y 70 edificaciones. El campo por contra se encuentra en un periodo de cambio, tanto en la
propiedad como en el tipo de cultivo, incorporando al sistema de labranzas tierras consideradas anteriormente inertes(3).
La mejora de la economía familiar, el aumento de la natalidad y el descenso de la mortalidad(4), apoyándose estos factores en un avance importante de la medicina, fueron la causa de una expansión
demográfica en toda la provincia, lográndose en el Villar la increíble cifra de 100 vecinos(5) (alrededor de 500 habitantes) a principios del siglo XX.
Este aumento de población en el Villar, supone un incremento en la explotación de los recursos agrarios, viendose limitada la ganadería, tras la desaparición de la Mesta, a utilizar
terrenos y pastos comunales. El control en la utilización de pastos es el desencadenante del enfrentamiento, entre los pueblos del Villar y Villaseca, por la ribera del Duratón. Tras varios
enfrentamientos (a "pedradas" según cuenta la tradición) entre ambos municipios, D.Braulio Mingoarranz y como representante del Villar, exige a Villaseca una declaración pública
de propiedad a su favor, sobre la ribera del río Duratón.
Esta declaración no se produce, por lo que el Villar denuncia ante al juzgado de primera instancia de Sepúlveda el suceso. Produciendose una sentencia en la que se reconocía la ribera del Duratón
como propiedad del Villar, (este hecho sucedió siendo rey Alfonso XIII, valorandose la ribera en 8000 pesetas, ¡de las de principios de siglo! ). Villaseca recurrió esta sentencia ante el
tribunal supremo, aunque posteriormente no se presentó.
Tras la dictadura de Primo de Rivera y con el posterior exilio del rey Alfonso XIII, se instaura la II República, dividida en dos bloques
irreconciliables (izquierda y derecha), convulsionando una sociedad irascible y desquiciada, hasta el punto de llegar a una guerra civil.
El rápido avance de las tropas franquistas propició que la provincia de Segovia no fuera afectada en profundidad por el conflicto bélico. Con la guerra, el Villar pasó momentos de necesidad
que subsistieron en el decenio siguiente, aunque de una forma más desahogada que en las grandes urbes.
Finalizado este conflicto fratricida, el Villar sigue siendo, al menos un pueblo de mediana envergadura, en el ámbito provincial, que mantiene dos profesores regentes de dos escuelas unitarias y
una población cercana a los 400 habitantes, distribuidos en unas 80 viviendas y 70 edificaciones de uso diverso.
La emigración hacia las grandes ciudades, en busca de un trabajo y la disolución de las escuelas primarias, marcan en los años 50 y 60 el inicio del declive de un pueblo, que imposibilitado
para mantener las instituciones municipales, cede sus deberes y derechos como ayuntamiento al vecino pueblo de Sepúlveda en el año 1973. La perdida de su ayuntamiento supone para el Villar
un retroceso importante como núcleo de población del que todavía no se ha repuesto.
En los años 80 y observando el deterioro en el que se encuentra el Villar un grupo importante de hijos del pueblo deciden agruparse en una asociación, cuyo nombre "el progreso", identifica
las inquietudes de sus fundadores.
Hoy en día no sólo sigue funcionando sino que ha aumentado considerablemente el número de sus socios.
Esta asociación del progreso ha acometido importantes proyectos que han mejorado sensiblemente la calidad de vida en el Villar.
Este motivo es el que nos impulsa a animar al lector de este libro de fiestas, a que apoye y colabore con esta asociación en el mantenimiento y crecimiento de un pueblo que tiene nombre y
apellidos: El Villar de Sobrepeña.
(1) La desamortización de Mendizabal en 1836 consistió en la apropiación de los bienes eclesiásticos y municipales por parte del estado para venderlos en subasta pública.
(2) La casa de Luciana Gil está fechada en el año 1866.
Mención aparte merece la antigua cerca de Ricardo (hoy es casa), en la plaza del Villar. Tenía en la fachada una arcada cuya forma parecía la entrada a una casa blasonada. Probablemente
era la casa del infanzon dueño y repoblador del Villar. Hoy en día, esta arcada es visible en la casa de D. Mario en Sepúlveda.
(3) En el siglo XIX el Villar tenía más hectáreas de bosque que en la actualidad, como ejemplo sirve la siguiente anécdota: D. Santiago Gil ( abuelo entre otros de Santiago, Tomás o Andrés)
narraba que siendo niño, y por la cantidad de árboles existentes no era capaz de localizar su tenada de la lastra Martín
(4) En el Villar es fácil encontrar personas de más de 80 años; la "tía Victoria" con más de 100 y el "tío Emilio" con casi el centenar han sido las personas que han alcanzado más
edad en el Villar.
(5) Cuando las vergueras del río crecían, se cortaban y se dividían en tantas partes como vecinos tuviese el pueblo llegandose alguna vez a las 100 partes.